No me mueve, mi Dios, para quererte
el cielo que me tienes prometido;
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte.
Tú me mueves, Señor, muéveme el verte
clavado en una cruz y escarnecido;
muéveme el ver tu cuerpo tan herido,
muéveme tus afrentas y tu muerte.
el cielo que me tienes prometido;
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte.
Tú me mueves, Señor, muéveme el verte
clavado en una cruz y escarnecido;
muéveme el ver tu cuerpo tan herido,
muéveme tus afrentas y tu muerte.
Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera,
que, aunque no hubiera cielo, yo te amara,
y, que aunque no hubiera infierno, te temiera.
que, aunque no hubiera cielo, yo te amara,
y, que aunque no hubiera infierno, te temiera.
No me tienes que dar porque te quiera;
pues, aunque cuanto espero no esperara;
lo mismo que te quiero te quisiera.
pues, aunque cuanto espero no esperara;
lo mismo que te quiero te quisiera.
Amén.
Rezar el Credo, Señor mío Jesucristo, Padrenuestro y Gloria.
Pedir lo que se necesita conseguir.
Soneto de la poesía mística española del s. XVI.
Anónimo aunque atribuido a: san Juan de Ávila
y a fray Miguel de Guevara.
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