Detén ¡oh Dios benigno! tu azote poderoso
y calma bondadoso tu justa indignación.
Perdónanos y olvida que te hemos ofendido
y que hemos afligido tu amante corazón.
Acuérdate que siempre que te hemos invocado,
benigna se ha mostrado tu soberna faz.
No nos niegues ahora tu gracia y tus favores,
suspende tus rigores concédenos la paz.
Acuérdate que un tiempo, ¡Señor omnipotente!
nuestra plegaria ardiente tu compasión movió.
Acuérdate que entonces tú diestra poderosa tendiste,
y la espantosa borrasca se calmó.
Mas luego te enojaron tus míseras ovejas:
y sus dolientes quejas, ¿no quieres ya escuchar?
Y clama el sacerdote la Virgen y el anciano,
mas la irritada mano ¿no quieres levantar?
Tan enojado te hallas contra la grey amada
que al verla esclavizada, llorando su orfandad,
dejas que el lobo hambriento empiece a devorarla,
pudiendo consolarla y darle libertad.
¿Nada esperar podremos Señor de tu indulgencia?
Tu amor y tu clemencia ¿se han agotado ya?
Si tú nos abandonas, en quien esperaremos
a quien acudiremos y quien nos salvará.
¡Oh Padre! Si no bastan los males que sufrimos
y el llanto que vertimos para alcanzar perdón,
al menos, Dios eterno, nuestra plegaria escucha
y haz que venza en la lucha tu santa religión.
Protege a tu ministro nuestro pastor amado,
que hoy gime atribulado del santo altar al pié,
y haz que nosotros antes perdamos la existencia
que nuestra santa creencia, nuestra divina fe.
Mas tus decretos, Señor, en todo cumplido sean:
es eso lo que desean mi fe, esperanza y amor.
Pedir lo que se quiere alcanzar.
Rezar tres Credos.
No hay comentarios